Edad: 43
Edad al diagnóstico: 40

Nací con una mamá ausente de nuestras actividades, constantemente enferma y de mal humor, con crisis de diarreas y vómitos que llegan a ser tan normales como la vida misma. Siempre quise ser distinta el día que yo tuviera mi propia familia.

Desde mi juventud, he recorrido un camino solitario y lleno de inconvenientes donde, sin quererlo ni esperarlo, la vida de mi mamá se transformo en la mía, la única diferencia fueron algunos síntomas.

Los últimos 10 años visite incesantemente gastroenterólogos para pedir que me hicieran exámenes, ya que mi mama también fue diagnosticada como celiaca, sin embargo aun teniendo antecedentes familiares, la respuesta siempre fue rotunda, “pero, usted no tiene diarreas constantes, y ¡es gorda!, no… imposible, usted no es celiaca, basta con verla”.

Busqué trucos para llevar una vida relativamente normal. Si tenía reunión de apoderados en el colegio de mis hijos, ese día solo tomaba agua para poder asistir. Si tenía un almuerzo, no tomaba desayuno, sonreía para que se me olvidara el hambre, y contaba con aproximadamente dos horas para correr a casa luego del almuerzo por que la hinchazón y un abdomen abultado, después de tener 5 hijos, resultaba vergonzoso.

Por cinco años, en las tardes, parecía tener 7 meses de embarazo por lo que tome una drástica decisión: realizarme una abdominoplastia para reconstruir mi pared abdominal. Quede linda, pero  ya no tenia espacio para contener la misma hinchazón de antes, entonces termine en reiteradas ocasiones en la clínica, incapaz de soportar el dolor.

Mis hijos se acostumbraron a tener una mama siempre enferma, con mucho dolor, hinchada, muy cansada y de mal humor. En fin se repetía la historia.

Me sentía inútil, me costaba hacerme cargo de las cosas de la casa, no podía acompañar a mis hijos a sus actividades, la intimidad con mi esposo era escasa, mis embarazos eran muy dolorosos, mi vida social nula, a veces incluso no podía manejar.

Buscando una respuesta a este gran cansancio, aparecieron otras enfermedades como anemia aguda, hipotiroidismo, calcio bajo los límites normales lo que generó una osteopenia, etc. Finalmente,  hace un año 2 meses, con los exámenes de rigor me diagnosticaron, “enfermedad celiaca” y comencé una alimentación exenta de gluten, al comienzo mi intestino no soportaba los nuevos alimentos que por tanto tiempo no comía, pero al cabo de seis meses, ya podía comer casi normalmente, inmensa era mi sorpresa al comer una naranja después de diez años.

Hoy puedo comer de todo, incluso legumbres y cebolla después de diez años. Realmente me ha cambiado la vida.

He recuperado mi vida íntima, matrimonial, familiar y social. Acepto todas las invitaciones sin el miedo de sentirme mal y salgo con mis hijos en cualquier momento.

Mi apego a la alimentación sin gluten a sido tan estricta, que inclusive, tengo el gran regalo de que en la eucaristía, el sacerdote consagra en un cáliz especial sangre de Cristo para que pueda comulgar sin contaminación cruzada.

Solo puedo terminar diciendo: gracias a Dios, por poner en mi camino a las personas indicadas.