Edad: 10
Edad al diagnóstico: 9

Hola, soy de Copiapó y quiero compartir mi historia:

Este año me pasaron cosas extrañas, estaba a punto de salir de vacaciones, cuando comencé a sentirme muy extraño. A los pocos días estaba hospitalizado y me dijeron que tenía diabetes. Estaba complicado, yo no quería ser diabético sin embargo el apoyo de mis papás era importante, pasaban todo el tiempo conmigo. Hasta llegue a sentirme importante porque, con solo 9 años, era el primero de la familia en haber estado hospitalizado.

Con mi mamá viajamos a Santiago para hacerme otros exámenes en una clínica. Conversamos con una doctora, a la que no le entendí demasiado, pero veía como mi papá tomaba notas y mi mamá hacía miles de preguntas. El paso siguiente fue hacerme exámenes, muchas muestras de sangre y en un segundo viaje a Santiago, me hicieron un examen donde me adormecieron, y cuando desperté estaba en una silla de ruedas.

Unos días más tarde con mi mamá fuimos nuevamente a conversar con el mismo doctor, me explicó que tenía enfermedad celiaca,. ¿Qué era eso? ¿Sería otra forma de diabetes? Me fijé que mi mamá puso una cara triste y que no dejaba de hacer preguntas y  el doctor no paraba de responder. Una vez que volvimos a casa, hicimos una reunión familiar. Mi papá y mamá conversaron conmigo, y me explicaron que tenía intolerancia al gluten, y que eso era la enfermedad celiaca. Ya no podría comer mis fideítos con salsa, ni mi marraqueta con queso, adiós amada pizza, hasta la vista empanada de pino para el 18, y lo que era peor, ya no podré comer mis cereales con yogurt por las mañanas.

¿Qué voy a comer entonces? recuerdo que pregunté. “Hay otras cosa que puedes comer”, me respondió mi mamá. Yo no estaba tan convencido, ya que lo que más me gustaba había sido descartado. Mi papá me dijo que harían lo posible para buscar cosas ricas para comer y que pudiera tener variedades. “Por fa, no se olviden que todavía soy niño”, fue lo último que se me ocurrió decir. Hemos buscado mucho, pero no hay tanto, la mayoría de los dulces que me gustan no los puedo probar, ya que no sabemos si son o no libres de gluten.

Recuerdo que un día me enfermé, y mamá decidió llevarme al pediatra, tenía un virus o algo por el estilo. Cuando iba a escribir la receta, mi mamá le recordó que soy celiaco. Entonces, el doctor preguntó chistoso por la lista: ¿Trajiste la lista de Convivir de los remedios?, “Acá está”, contestó mamá sacándola de la cartera. “¿Qué?, ¿No puedo tomar cualquier remedio ahora?” , pregunté sorprendido. “No, enano, ahora no” contestó el doctor con voz de abuelo, la que me hizo reír.

Mi vida y la de todos en mi familia a cambiado, los fideos con salsa son cosa del pasado, y somos tan felices cada vez que llega algo nuevo que pueda comer. Aún hay cosas que no puedo comer y me tengo que aguantar, pero no pierdo las esperanzas, que algún día todos esos alimentos estén etiquetados con ese letrerito  que dice “Libre de Gluten” o de la forma que me gusta más “Gluten Free”.