Edad: 24
Edad al diagnóstico: 22

En mi clase era una de las más altas y siempre tuve las mejores calificaciones, sin embargo, mis nervios me traicionaban. Para disminuir el estrés, a fin de evitar molestos síntomas como taquicardias, me cambié de colegio a mitad de año, pero solo pasaron por un tiempo. Se volvieron críticos justo cuando había quedado en la universidad, por lo que tuve que dejar el proyecto de estudiar dando prioridad a mi salud. Estuve en tratamiento con psicólogos y psiquiatras, quienes me recetaron antidepresivos, pero esto sólo estaba “ocultando” la raíz de todos mis problemas.

No quería quedarme con la frustración de no estudiar, por lo que ingrese a la carrera de Gastronomía, ya que siempre fui fanática de las masas saladas. Quería  desarrollar mi creatividad en la cocina, aunque mi intento no prosperó mucho ya que, extrañamente, luego de las clases prácticas, donde ocupábamos mucha harina de trigo, me descompensaba y me daban desmayos, además de, otra vez, los nervios aparentemente sin sentido. Nuevamente privilegiar mi salud.

En marzo del 2009 comenzaron a aparecer unas extrañas aftas muy dolorosas y mis encías adquirieron un color rojo sangre, el que se fue incrementando. Estaba desesperada. Visité a varios médicos, algunos me dijeron que era herpes, lo cual me asustó, pero no me quede con ese diagnostico y, finalmente, llegué a un médico que estudió mis síntomas en detalle, el mismo que tenía mi expediente desde los catorce años. Él fue quien atando cabos me ordenó un examen completo de sangre para estudiar las antigliadinas y, como se presumía, la IgG resultó elevada a más del doble del rango normal. Luego me ordenó una biopsia, la cual resultó compatible con atrofia parcial de las vellosidades intestinales, confirmando con ella la enfermedad celíaca. En ese momento entendí el porqué de mis nervios incontrolables, las repetidas idas a urgencia con terribles dolores abdominales y el color amarillento de mis dientes luego de cambiarlos, lo que en su tiempo se atribuyó a fluorosis.

Luego del diagnóstico y con la dieta libre de gluten las aftas comenzaron a desaparecer y mis encías volvieron a la normalidad, además de disminuir mi taquicardia y pesadillas. No me fue fácil resignarme al principio, ya que al momento del diagnóstico tenía veintidós años, pero he sido responsable con la dieta libre de gluten, y sé que es por mi bien.